La guerra expulsó trágicamente a Asmaa de su país natal, Siria, donde su destino había sido escrito como esposa y madre a sus 16 años de edad. Ella reconstruyó su identidad adulta como narradora del barrio y empezó a leer en voz alta a los niños para divertirse y ser un puente para abordar problemas críticos en su nueva comunidad en el campo de refugiados de Zaatari en Jordania.